“Bicicleta, cuchara, manzana”…: tres
palabras. Tan sólo tres palabras que pueden marcar una vida. Son muy sencillas,
pero no todo el mundo las puede recordar. Hoy, son muy famosas gracias al
documental sobre Pascual Maragall, que así empieza: “¿me las puedes repetir?”
“No; no me acuerdo”… Son los síntomas del Alzheimer. Una enfermedad sobre la
que tuve la oportunidad de hablar con el Dr. Alejandro Gella, investigador de
la Facultad de Medicina y Ciencias de Salud de la UIC
El paciente empieza a no recordar cosas
que le acaban de suceder, mientras tiene buena memoria para las cosas más
antiguas. Lo de las tres palabras es una prueba muy usada; cualquiera: libro,
manzana, casa…
Pero, ¿qué es lo que pasa? ¿Por
qué dejan de recordar?
Es
difícil de explicar en pocas palabras. Hay una proteína en el cerebro que se
procesa mal y se va acumulando con el paso del tiempo y al ser tóxica va
matando las neuronas. Uno ve una manzana y, entonces, nuestro cerebro conecta
unas neuronas con otras hasta llegar al concepto de “manzana”. Es como un
entramado de redes de informática: las neuronas van donde la “memoria RAM” ha
dejado la “manzana”. Y esa proteína –β-amiloide, se llama–, elimina
progresivamente esas “redes”; y es muy rápida: en 5 ó 10 años, desde que se
diagnostica, puede provocar la muerte
¿Por los efectos secundarios, o
propiamente por el Alzheimer?
Esta
proteína va atrofiando el cerebro, lo va contrayendo; hasta el punto que una
persona que ha tenido esta enfermedad tiene un volumen cerebral mucho más
pequeño que el de una persona sana. Esta atrofia se produce especialmente en
dos zonas del cerebro que conocemos como hipocampo y corteza, implicadas en
procesos cognitivos y en la memoria.
¿Podemos compararlo con el
SIDA, en cuanto a número de personas afectadas?
La enfermedad
de Alzheimer es peor: es la número 1. Actualmente, en Europa hay 10 millones de
afectados y, si seguimos así, se calculan unos 18 dentro de cuarenta años. La
cifra a nivel mundial se va doblando cada diez años… En España hay unos 600 mil
pacientes diagnosticados con Alzheimer.
Y no podemos hacer nada
No,
de momento: hoy no hay nada para curar a un enfermo de Alzheimer. Hasta ahora,
los fármacos sólo son capaces de retrasar un poco el deterioro cognitivo, y
nada más…
De todas formas, ¿se podría llegar
a detener o a retrasar?
Yo
creo que sí seremos capaces de curarla en el futuro: detectándola a tiempo y
sabiendo dónde actuar, qué agentes atacar o reparar. Al menos pienso que
podremos llegar a detenerlo hasta el punto de que la vejez sea tal que no tenga
el impacto socioeconómico actual. El problema es que seguimos sin encontrar
indicadores que nos digan que esa persona va a desarrollarla con el tiempo.
Cuando se descubre ya es demasiado tarde. Pero en eso estamos.
En algunos medios hablan de
algunas “vacunas”, y que para el 2018…
¡Ojalá
sea cierto! Por ahora, creo que son “disparos al aire”. Las investigaciones
llevan mucho tiempo: más de 10 años puede durar un proceso desde que se
descubre algo, se sintetiza, se hacen pruebas in vitro, después en animales… Si
alguien descubriera un fármaco hoy, hasta el 2025 no podría emplearse en
humanos.
Pero supongo que cada vez serán
más los que la investigan, ¿no?
Sí.
Poco a poco somos más conscientes de la gravedad y se va inyectando más dinero,
tanto público como privado. Pero aún sigue siendo la patología que más costes
origina, y en la que menos se invierte.
Y cuanto mayor es la esperanza
de vida…
Efectivamente,
mayor es la probabilidad de padecerlo. No es lo mismo que la demencia senil
pero, en el fondo, a la larga todos tenemos muchas posibilidades de padecer
Alzheimer…; aunque puedes morir mayor sin tenerlo, lógicamente. En una persona
con Alzheimer, digamos que el proceso degenerativo natural de la vejez, se
acelera.
¿Cuál es tu experiencia
personal, en este mundo?
A mis
abuelos les conocí con esta enfermedad… Fue muy duro convivir con ella. Perder
los recuerdos, vivencias, olvidarte de tus hijos, nietos…; pero procuro separar
las emociones, lo personal, con la investigación, que es muy fría, muy
impersonal… De todos modos, uno tiene ganas de encontrar algo que cure; algo
que les ayude. Sería una gran satisfacción poder ir y decirle: “mira, este
fármaco va a curarte…”
Al final, sólo nos queda ese
trato más íntimo
Sí.
Lowenthal y Haven desarrollaron la llamada “teoría del confidente” que me gusta
mucho. El confidente alivia al anciano del temor de enfrentarse a lo
desconocido y le da su mano. Es una mano firme, dulce… El ser positivo, el
estar bien acompañado y tener una calidad de vida, la familia, la dieta mediterránea…:
son factores “ambientales” que influyen mucho en retrasar la aparición de la
enfermedad. Hay una frase mítica de Maragall que es muy significativa en este
sentido: “en ningún sitio está escrito –decía el president– que esta enfermedad
sea invencible”. Por eso creó la fundación en la que está metido ahora; y por
eso, también, yo soy muy positivo ante lo que podemos llegar a hacer.
FUENTES: https://www.neuropsicologueando.com/neurodocumental/bicicleta-cuchara-manzana/
The End,Alejandro Gella.